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Cerrolaza

TODAS LAS MAÑANAS

TODAS LAS MAÑANAS

 

“¿Quieres un café?”,

dije, con una taza humeante en la mano,

mientras terminabas de subir las persianas

de tus ojos marinos;

 

pero no querías un café;

no querías un desayuno a mi lado,

ni dos tostadas,

ni tres tortitas con mermelada de albaricoque

(¡demasiado dulce!);

 

no querías dos horas a pies descalzos,

vestida con mi camisa arrugada,

que tan bien te sienta, por cierto,

sonriéndonos atontados el uno al otro,

ni disfrutar de la música que crea el silencio

entre miradas;

 

no pretendías una mañana de caricias

con sabor a breve amor eterno;

ni leer el periódico entre mis brazos,

acurrucada.

 

Tampoco deseabas que me hubiese marchado

mientras dormías,

ni haberte escapado de puntillas

mientras roncaba;

 

ni dejar una leve nota en la mesilla,

ni leer mi número de teléfono en algún post-it,

ni un guasap de cursis emoticonos,

en absoluto.

 

No querías

- yo tampoco, todo sea dicho –

vivir conmigo una aventura pasajera,

ni ser pasajera de ese tren que a veces pasa

deprisa, tan deprisa, sin terminar de parar

en ninguna estación;

 

lo que querías aquella primera mañana

- yo también, todo sea dicho –

eran todos los cafés,

a mi lado, a tu lado;

tazas humeantes en la mano,

en la mañana, todas las mañanas,

mientras terminas de subir las persianas

de tus ojos marinos

cada día de nuestra vida.

sueños de manzana

Ya sabes que tus sueños son de manzana

a deshora

De vida en vivo despierto a deshora
y las ojeras de amarte se agrandan.

Más todavía

Te habría aliviado el dolor, el humo que te persigue, más todavía.

suspensivos

jamás soltaremos aquellos primeros puntos suspensivos

algunas veces

A tu lado que dos más dos son cuatro y algunas veces hasta cinco.

el peso de mi mundo

Todo el peso de mi mundo en las palmas de tus manos.

¡REBAJAS! PARA TUS SERES MÁS QUERIDOS Y PARA TUS MÁS ODIADOS ENEMIGOS

¡REBAJAS! PARA TUS SERES MÁS QUERIDOS Y PARA TUS MÁS ODIADOS ENEMIGOS

 

 

- ¿Y desde enero hay rebajas para comprar Cuentos para dormir renacuajos?

- ¡Por supuesto! Ahora, por sólo 8 € podrás leer algún cuento del bosque Fles, de esos que nunca tienen final feliz. ¿A qué estás esperando? Píllalo escribiendo a gcerrolaza@hotmail.com por sólo ocho euros (los gastos de envío son gratis).

Y, como siempre, una vez lo recibas en tu casa, no te preocupes, que no hay un mínimo de tiempo para su lectura y nadie te pondrá un examen ni te mandará una redacción sobre el libro.

- ¿No?, ¿sólo tengo que comprarlo y ya está?

- Pues sí, con eso basta, ¡AL FIN UN LIBRO DE NO OBLIGADA LECTURA!

Además, sale un caracol col col con bufanda de invierno y es un libro que te servirá para regalar a tus seres más queridos y TAMBIÉN a tus más odiados enemigos.

- ¿A mis más odiados enemigos?, ¿de verdad? ¡De esos tengo mogollón!

- Pues ya estás tardando en escribir a gcerrolaza@hotmail.com y pedir tu ejemplar de Cuentos para dormir renacuajos.

* "Cuentos para dormir renacuajos": el primer libro anunciado por atunes.

 

MATILDE, LA DEL TRABUCO

MATILDE, LA DEL TRABUCO

Matildita nació tras Alfredo y Kito, y creció junto a ellos como uno más. Eran casi como trillizos, estudiaban juntos, volvían a casa juntos, se peleaban con los Pérez, ¡ay, los Pérez, menudas pedradas se solían llevar puestas de sombrero!; y reían juntos, vaya si reían, hasta que les dolía la tripa y los dientes.

Para su séptimo cumpleaños, mamá Carmen le había comprado a Matildita una preciosa muñeca, la Barbie o la Nancy de la época, la había encargado con mucha antelación, en las rebajas de julio, y guardado con mucho cuidado en lo más alto del más alto armario, para que sus peques no la encontrasen cuando, entre juegos y risas lo revolvían todo y todo lo revolvían, que más que un juego aquello parecía un vendaval; hasta que llegó Noviembre y, un día antes de su séptimo cumpleaños, sus papás le preguntaron a Matildita: “¿qué quieres de regalo por tu cumple?” y Matildita respondió sin pensárselo, pues cuando se desea algo con todo el corazón, no hay razones que te detengan: “¡un trabuco de aire comprimido, un trabuco de aire comprimido!”. Y Alfredo y Kito, que estaban al lado, saltaron aplaudiendo por la acertada decisión de su hermana. Así que papá Ángel tuvo que salir aquella tarde de Noviembre, es posible que lluviosa y fría, a comprar el regalo que había pedido Matildita.

Aquel año, los tres peques mayores - ya habían nacido también Alberto, con esa cara de angelical y Alicia, con esa cara angelical – se lo pasaron entero jugando con el trabuco de aire comprimido. Matildita era la que mejor puntería tenía de los tres, así que era ella la que disparaba a las manzanas que Alfredo y Kito ponían sobre las cabezas de los Pérez, ¡menudas carcajadas!

Poco después nació Carmencita, en casa de los Cerrolaza Asenjo; Alfredo intentó cogerla en brazos, pero no le dejaron ese primer día, aunque luego se hartaría de cambiarle el pañal y cuidarla, como buen hermano mayor. Carmen heredaría de Alicia unos años después la muñeca guardada en lo más alto del más alto armario. Incluso Javier y Jaime, los más peques de la casa, llegarían a jugar con la muñeca disparándole unos dardos hechos con alfileres y palillos. Antes habían pasado dos guerras enteras, con los tres hermanos mayores, los inseparables, separados, y la parte más dura de una posguerra en la que Matildita se había convertido en Matilde, una bellísima mujer, y Alfredo y Kito habían aprendido a bailar con Josefina y Monste.

Del trabuco de aire comprimido nunca más se supo, seguramente se quedaría en Madrid cuando Matilde fue con Alfredo a vivir a Soria hacia el 40 o Kito se la llevó en su viaje a América para no echar tanto de menos a sus queridos hermanos; o, quizás, Matilde lo escondió en lo más alto del más alto armario durante varias décadas hasta que, ya octogenaria y tía de muchos sobrinos, allá por el año 2014, decidiese sacarlo a pasear: una mano en su bastón, en la otra su trabuco, recién engrasado y brillante, un pasamontañas negro en la cabeza, su hermano Alfredo a la derecha, sus sobrinos José, David y Óscar a la izquierda, armados hasta los dientes y con la cara también tapada, Laura aparcada fuera y con el coche en marcha, los relojes sincronizados. Una farmacia. Una sucursal bancaria. Alemania. Frankfurt. Deutsche Bank. Matilde, la del Trabuco, dispara tres veces al techo, ¡PUM, PUM, PUM! comienza a hablar y Alfredo, que lleva años estudiando para este momento, hace las veces de traductor…

FIN

AL NORTE DE Mª JOSÉ SIERRA

AL NORTE DE Mª JOSÉ SIERRA

María José Sierra

jamás rimará con guerra;

ella es del Sur y el Sur es el Norte

en ella; nos flota en una botella

como si fuésemos barcos, veleros, botes…

de papel.

 

y es consonante, pues la llevamos delante;

y es pareado,

pues la sentimos al lado

en nuestros toledos,

mientras ella va, cruzando puentes,

del Valle a la Catedral;

 

que le cantan al oído,

entre susurros,

que huele a septiembre este julio,

que sabe a brisa su prisa

por sacar papel y lápiz

y escribir alguna brizna;

 

que desnuda margaritas

y las viste de colores;

que es Perseida cuando llora

por regar todas las flores;

 

a mí, María José Sierra

siempre me rima con Tierra.

EL ASCENSOR DORADO

EL ASCENSOR DORADO

Allí estaban Cristina y David junto a su hija, Julia, abriendo la puerta del hotel, dispuestos a dejar las maletas, ponerse el bañador y comenzar a disfrutar de unas deseadas vacaciones. Sin embargo, la pequeña Julia pensaba en otra cosa, al salir del ascensor del hotel había notado que alguien la llamaba y no era la voz de mamá ni la de papá, ni siquiera la de su primo Pablo; no, era una voz más grave y que, aunque algo tenía de familiar, no reconocía: JULIA, JULIA… la voz se repetía en su cabecita una y otra vez. Así que no lo pensó más, mientras sus padres metían las maletas en la habitación, Julia corrió por el pasillo hasta el ascensor, se metió de un brinco y pulsó todos los botones uno tras otro, mientras las puertas se cerraban aun pudo ver a su mamá corriendo por el pasillo gritando su nombre. ¡PLAM! Las puertas estaban cerradas y el ascensor se movía, pero no arriba ni abajo, como hacen los ascensores corrientes, este ascensor se movía en horizontal, hacia el Norte, siempre hacia el Norte.

Era un ascensor dorado, su pintura de oro provocaba unos reflejos que parecían el sol y que brillaban aún más en el espejo. Julia estaba un poco asustada, era la primera vez que se separaba de sus papás en un sitio extraño, pero seguía escuchando esa voz grave que la llamaba: JULIA, JULIA… De pronto, el ascensor frenó en seco chirriando como si fuese un vagón de tren; las puertas se abrieron de par en par y la pequeña pudo contemplar un espectáculo maravilloso de color: ante sus ojos tenía el verde de mil árboles y arbustos; el azul de un lago celeste; el amarillo de cientos y cientos de canarios revoloteando; y el rojo de un montón de extintores. Sí, Julia se encontraba en el bosque Fles. Volvió a escuchar su nombre y corrió hacia esa voz que casi le parecía un aullido. Al fin se encontró a sus amigos Jano y Truco, los perros del bosque Fles, que la abrazaron y llenaron la cara de lametones.

-        ¿Por qué me llamabais tanto?, ¿qué os ocurre? – preguntó Julia.

-        Es que necesitamos tu ayuda, Julita – dijo Jano.

-        ¡Ezo, ezo, necesitamoz tu ayuda! – agregó Truco – ze noz ha colado la pelota en aquel ágbol y como no tenemoz manoz no zomoz capacez de alcanzagla.

-        Es que a Truco le encanta que le lance la pelota para correr tras ella una y otra vez – explicó Jano.

-        Tranquilos, llamaré a mi primo Pablo, que es muy alto, para que os alcance la pelota.

A Pablo no le llamaron mediante el ascensor dorado, sino que le enviaron un whatsapp y en quince minutos apareció con Carmen, Aurora y Javi, que aprovecharon para dar un agradable paseo por el bosque y recoger un poco de romero para José Antonio y Manolo. De un salto, Pablo cogió la pelota y se la lanzó bien lejos a Truco que desapareció tras ella.

Julia pidió a Jano que se despidiese de Truco de su parte y le dio un abrazo; luego se montó en el ascensor para que la llevase de vuelta con sus padres. El ascensor se dio mucha prisa y, como en el bosque Fles el tiempo pasa más despacio, cuando abrió sus puertas sólo habían pasado dos minutos desde que las había cerrado cuando Julia montó por primera vez. Julia salió del ascensor a buscar a su mamá y a su papá quienes, al verla, se pusieron tan contentos que en lugar de regañarla por escaparse, le dieron un enorme abrazo; y entonces los tres disfrutaron de unas estupendas vacaciones: Cristina paseó por la playa, David terminó de leer esa novela que hacía tiempo se le resistía y Julia encontró la Atlántida en la piscina del hotel, aunque ésa es otra historia.

FIN

AHÓRRATE LOS GASTOS DE ENVÍO

AHÓRRATE LOS GASTOS DE ENVÍO

Ahora, si encargas Cuentos para dormir renacuajos (10 €) escribiendo a gcerrolaza@hotmail.com, los gastos de envío te saldrán ¡GRATIS!*

Aprovecha esta oportunidad para ver un caracol col col al final del libro.

 

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* Esta oferta es válida para envíos en España. Para otros países la mejor opciónes comprarlo en: cerrolaza.bubok.es.


SOBRE LA ANTÁRTIDA

SOBRE LA ANTÁRTIDA

La Antártida está muy al Sur, más que Granada o Cádiz. Es callada, tranquila y pálida; y a veces sueña que está en una playa del Mediterráneo descongelándose.

LA ANTÁRTIDA Y LA MODA

A la Antártida le gustan los pantalones cortos y las camisetas de hombreras, aunque las prendas que más utiliza son el anorak y la bufanda.

LA ANTÁRTIDA Y LOS DELANTALES

La Antártida siempre lleva puesto un delantal nevado con virutas de coco.

LA ANTÁRTIDA Y LAS HAMBURGUESAS

La Antártida tiene un McDonald.

LA ANTÁRTIDA Y EL GUSTO

La Antártida es muy dulce, pero también es muy salada cuando se pone a contar chistes. Sufre la amargura de la soledad. Y el zumo de limón allí sabe, claro, ácido.

LA ANTÁRTIDA Y EL FRÍO

La Antártida odia el albedo. El albedo es un incordio cuando uno tiene frío, la verdad.

¡Babas y pelos!

¡Babas y pelos!

- ¡Eh! Oigo el gggum de un coche conocido. ¡Es el papa!

- ¿Hum? Pero oigo unos pasos diferentes; viene acompañado.

- Huele a Gafa, el compi de papa. ¡Chachi piruli!

- Espera, Truco, que oigo seis zapatos.

- Es Juan, ¡el zagagozano!, que todavía no nos conoce.

- Pues nos va a conocer.

- Jejejeje (guisa malóvola).

- ¡¡¡Biennnnnn!!! ¡Vamos a llenarle de babas y pelos!

- ¡Ezo, ezo, babas y pelos, babas y pelos!

- ¡Fiesta, juerga, algarabía!

- Sí, ezo también, pero mejor muchas babas y pelos. ¡Babas y pelos!

- Vale, Truco, antes de que abran la puerta de casa tenemos que trazar un plan.

- ¿Un plan? ¡Biennnnnn!, ¡plas, plas, plas! (pezuñadas).

- Truco, primero tú le llenas los pantalones de babas y luego yo le echo mogollón de pelos, así se le quedarán pegados y parecerá una ardilla.

- ¿Una agdilla?, ¿dónde?, que me la como...

- ¡Truco! Estate a lo que estamos.

- De acuegdo… pero, Jano, mejog yo las babas y tú los pelos.

- ¿Ein…? De acuerdo, Truco, te dejo a ti las babas, pero me debes un favor.

- Ok, te debo un favog, cogue cogue que ya viene Juan… ¡BABAS Y PELOS!

 

Cuentos para dormir renacuajos en Lulú

Cuentos para dormir renacuajos en Bubok

Presentación de Cuentos para dormir renacuajos ¡Un libro que habla!

http://cerrolaza.bubok.es o pídelo a gcerrolaza@hotmail.com (sin gastos de envío en España).

 

Buenas,

 

Soy Cuentos para dormir renacuajos, pero podéis llamarme CDR, el nuevo libro de Gonzalo López Cerrolaza, aunque podéis llamarle Gonza, Cerrolaza, Cerro, a gritos, suavemente, escribirle un correo o no llamarle.


Soy naranja naranja, no como esos libros que son naranja mandarina o naranja calabaza; y ésta es una de mis mejores cualidades, pues quedo la mar de bien en cualquier librería, estante o mesa de noche; también luzco mucho en tus manos cuando viajas en el cercanías, en el metro o en el AVE.

Otra de mis muchas cualidades es que soy un libro de bolsillo, pero también puedes llevarme en bolso, maletín o mochila. O a modo de sombrero en la cabeza, haciendo equilibro, quedo muy cool.

Con todo, la mejor de mis características es que soy un libro que no hace falta leer, y no como esos otros que parece que es un obligación; quiero decir que poder leerme, puedes, pero sobre mí no te harán preguntas como, por ejemplo, con los libros de García Márquez, que todo el mundo te dice: "¿has leído Cien años de soledad?" y a ti, claro, te toca mentir y decir que sí, aunque sólo lo has comenzado varias veces. Sobre mí, lo que te preguntarán es: "¿has comprado Cuentos para dormir renacuajos?" y ahora puedes ser sincero y responder: "por supuesto", porque me has comprado, aunque puedes haberme leído o no. ¡Qué chachi!


Y otra de mis características es que soy robable, pero tened cuidado, que el otro día aparecieron siete ardillas con pasamontañas negro en mi casa y Jano y Truco se dieron un festín.

En fin, ahora voy a dejaros los nombres de los peques a quienes voy dedicado y algunas curiosidades:


Aurora y Laura; Pablo y Julia; Daniel, Alberto y David; Daniel y Hugo; Alonso; Candela; Berta y Nacho; Manuel y Malena; Laura; Manuela y Pablo; Hamsa y Zinab; Mª José y María; Naná y María; ______________ (el nombre de tu hijo/a o sobri, claro); el burro Felixín y Sofía.

Curiosidades:

· Durante mi nacimiento, ninguna ardilla ha resultado herida.

· Chuck Norris se cortó levemente un dedo al pasar de mi página 44 a mi página 45.

· El 0,0 % de los beneficios de mis ventas irán dedicados a la creación de cepillos de dientes fluorescentes para ardillas (¿por qué fluorescentes?, porque molan más y por el flúor).

· Realmente no está documentado lo que dice Cerro de que Peter Pan comiese pan de molde.

· Las brujas de gallinas salvajes son más guapas que cualquier hada.

· Cancervecero bebía cerveza sin alcohol, y mucho ron.

· Ikea me recomienda para ajustar el nivel de sus mesas Bjursta, pero también sirvo para las Stockholm.

Dos de mis mejores amigos son Al Sur de las palabras y Los Pelícanos ven el Norte.

Tres por tres no hacen treinta y tres.

Dulcamara sacará su nuevo disco en diciembre de 2013, espero, y El Puchero del Hortelano acaba de sacarlo ahora en noviembre.

Odin Kaban suena de lujo y Nocturnia en mi coche (¿es que nunca habéis visto un libro conducir?). También suena muy bien La Nave del Monasterio de Bipartidos de Risa.

¿Todavía no conoces Burrolandia?, ¿y al burro Felixín? Pues pásate un domingo por la mañana a disfrutar con ellos.

· Los gamusinos son amigos de los cíclopes.

· Hansel y Gretel desaparecieron en el bosque Fles; también Garbancito, pues las migas de pan que iba dejando para encontrar la salida se las comieron… adivina quién… por supuesto, las ardillas.

Cuentos para dormir renacuajos

Cuentos para dormir renacuajos a la venta en varios países

Cuentos para dormir renacuajos, ahora también a la venta en:

Argentina, Méjico y Colombia.

Y en wattpad.com

Y en PDF (cerrolaza.bubok.es o pidiéndomelo a gcerrolaza@hotmail.com) por 2,5 €.

Nuevo Libro: Cuentos para dormir renacuajos

Ya puedes encargar Cuentos para dormir renacuajos*, de Gonzalo López Cerrolaza; 30 relatos sobre el bosque Fles ideales para leer antes de dormir o regalar estas navidades a tu tía favorita.

Precio para amigos: 10 € + gastos de envío.

Precio para enemigos: 9,99 € + gastos de envío.

Sólo tienes que escribir a gcerrolaza@hotmail.com con tus datos y en aprox. cinco días lo recibirás en la puerta de tu casa.

También lo puedes comprar en la editorial Bubok: http://cerrolaza.bubok.es

 

* Durante la creación de este libro ninguna ardilla ha sufrido daño alguno, que yo sepa.

** Si ya has leído este libro, agradecería tus comentarios sobre el mismo en esta misma entrada. GRACIAS.

EL COCODRILO FRANCISCO

EL COCODRILO FRANCISCO

SOBRE EL COCODRILO FRANCISCO

El cocodrilo Francisco tiene 366 dientes, quizás porque nació un 29 de febrero. Su piel es seca, excepto cuando está mojada, dura como una piedra y escamosa, aunque su tripita es blandita y tiene muchas cosquillas, pero yo nunca me he acercado tanto como para hacérselas. Francisco aprendió a nadar a una edad muy temprana, y nada muy bien, pero no le dejan participar en las Olimpiadas por si se come al resto de nadadores. Él dice que nunca haría eso, que jamás se comería a siete seres humanos, pero es mentira, vamos, una mentirijilla, casi casi piadosa, si no tenemos en cuenta los siete asesinatos.

EL COCODRILO FRANCISCO Y SU HIPOCORÍSTICO

Al cocodrilo Francisco podéis llamarle Paco, pero desde lejos, claro, no os vaya a arrancar un brazo o una pierna o un brazo y una pierna. Y es que al cocodrilo Francisco le gusta la carne cruda, y si está viva mejor que mejor, pues es más entretenido comer seres vivos que muertos, tan sosos... eso dice él al menos.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LA MODA

Al cocodrilo Francisco le gustan los bolsos de pvc.

EL COCODRILO FRANCISCO Y EL AMOR

El cocodrilo Francisco no llora nunca, ni siquiera de mentira. Él prefiere rugir como un león mientras persigue algún bicho cuando está triste. Porque está triste a veces. La razón de su tristeza pasajera no es otra que Carina. Carina era una conejita blanca con las orejas rosadas. Estaban enamorados. Salían a pasear por la ribera del río agarrados de la pata –caminaban cojeando… era una estampa extraña -, veían puestas de sol y suspiraban soltando corazones de aire tiñéndolo todo de amor y felicidad. Tras su primera noche de amor, que pareció un instante, ambos quedaron dormidos; cuando el cocodrilo Francisco despertó, la vio a su lado, a Carina, tan bonita, tan delicada y pequeña, y ¡ZAM!, se la desayunó en plan tostada. Y eructó. Y volvió a dormirse.

EL COCODRILO FRANCISCO Y SUS MIEDOS

Al cocodrilo Francisco le dan miedo las arañas, tienen demasiadas patas. También le asustan las pelotas de playa de dos colores.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LOS DELANTALES

El cocodrilo Francisco nunca se ha puesto un delantal, ni un babero, y así anda, lleno de manchas de aceite y sangre por todo el cuerpo.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LAS SARDINAS

El cocodrilo Francisco no se junta con las sardinas desde el colegio; antes saltaba a la comba con ellas durante el recreo, pero un día tuvieron una trifulca y se llevó la bronca de doña Hernanda, la Dire, y desde entonces no hay mucho feeling con las sardinas.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LOS CAZADORES FURTIVOS

El cocodrilo Francisco odia a los cazadores en general y a los furtivos en particular. Y los acecha tras los matorrales para abalanzarse sobre ellos y ¡ZAM! rosquillas de meriendilla. Luego coge sus escopetas y las entierra, tiene más de veinte. Y cuelga en las paredes de su habitación los sombreros de los cazadores cazados, a modo de trofeo.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LOS DENTISTAS

El cocodrilo Francisco tiene muchas anécdotas sobre sus visitas al  dentista, pero la más divertida fue aquella relacionada con el óxido de nitrógeno.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LOS RELATOS

Al cocodrilo Francisco no le gustan los finales de cuento.

EL COCODRILO FRANCISCO Y LA MÚSICA

Al cocodrilo Francisco le gusta el death metal y la ópera belcantista del Barroco Medio; y sueña con un mp3 acuático, pero no le dejan entrar a las tiendas por si se come al dependiente; él dice que nunca haría eso… pero ya sabéis, niños, es una mentirijilla piadosa.

Nico, el gatito montés misino

Nico, el gatito montés misino

Corría, corría y no paraba de correr; también saltaba de vez en cuando, de cuando en vez; y escalaba cuando encontraba montañas; y rodeaba los lagos, pues no sabía nadar.

Le llamaban Nico y no medía más de setenta centímetros. Nico era un gato montés ágil y veloz. Le gustaba la velocidad y soñar que ganaba un gran premio de Fórmula 1. Con casco verde, a lomos de un Ferrari él se pondría un casco verde. Nico corría y corría.

Se torció una pata contra una piedra que no había visto en su carrera y tuvo que frenar; unas ardillas contemplaron la escena riéndose y Nico se las comió de un bocado, ¡ÑAM!, por bobas.

De vez en cuando saltaba en los campos de amapolas, parecía Heidi, tan contento cuando estaba muy arriba en el salto.

Dormía arropado por las estrellas - que ya sabéis que dan calor a los peques que se han portado bien durante el día - y soñaba que subía a un autobús escolar con su mochila llena de libros de Historia, de Mates y de Cono y se sentaba al lado de la gata montesa más bonita del mundo, Luna, que tenía un lunar en el hocico y un lazo azul en la cola. Y en el recreo compartían el zumo de piña.

Corría, corría y corría mirando cazador al horizonte. Olía a kilómetros el cocido con hueso de jamón de pata negra que preparaban Laura y Borja para Manuela y Pablo, grandes amigos de Nico; y se le hacía la boca agua.

Algunas tardes, le sentaba mal el almuerzo y se tiraba pedos. Olían mal, muy mal, olían a pedo de gato montés. ¡Uf!

Algunas mañanas le daba pereza levantarse y se quedaba acurrucado pidiendo un ratito más a su mamá.

Y algunas noches soñaba que un dragón amarillo salía del tronco de su árbol y juntos cantaban canciones alrededor de una hoguera.

En verano Nico se iba corriendo hasta la Puebla de Montalbán a visitar a sus amigos Dani, Alberto y David que se bañaban en la piscina y le salpicaban. Nico, que los quería mucho, dejaba que le mojasen, pero no se bañaba con ellos, ¿por qué?, claro, porque no sabía nadar. Luego los peques se secaban y los cuatro jugaban con la pelota toda la tarde hasta que mamá Gema sacaba del horno unas galletas con miel que estaban riquísimas. Y al caer la noche, papá Rafa le hacía una camita improvisada en una esquina, cerca de la cama de David, para que descansase vigilando el sueño de los niños.

En otoño Nico se iba corriendo hasta casa de Aurora y Laura y juntos veían… creo que un documental sobre las amortizaciones de Mendizábal… ¿NO? ¡Ah, no! Veían una peli de Ariel y el cangrejo Sebastián y se reían mucho, porque caminaba al revés, como era un cangrejo... Luego mamá Ali, que para Nico era casi su tía, sacaba ganchitos y la mejor empanada casera del mundo mundial y cenaban todos juntos, mientras, papá Rodri enseñaba a Nico a montar en moto, en moto de juguete, claro.

En invierno Nico se iba corriendo hasta casa de Candela y jugaban a la zapatilla por detrás mientras escuchaban una canción heavy que hablaba de los columpios y de construir castillos de arena en la playa. Luego mamá Ángela y papá César los montaban en el coche y se iban al pinar a merendar unos bocatas vegetales que estaban riquísimos; Nico los prefería cuando llevaban unas lonchas de pavo, pero tampoco le importaba demasiado, porque esos bocatas vegetales, con mucha lechuga y aceitunas, estaban deliciosos. Tras la merienda, Candela se subía de un salto encima del gato montés y se iban corriendo a los columpios. Y por la noche, César llevaba a Nico derrotado por tanto juego al Bosque Fles, y le dejaba debajo de su árbol preferido descansando y soñando que subía a un autobús escolar y se sentaba al lado de Luna, la gatita montesa más bonita del mundo, con un lunar en el hocico y un lazo azul en la cola.

En la primavera, una semana al año, Nico se ponía malito: le salían granos por todo el cuerpo que picaban mucho mucho; entonces Sofía le dejaba dormir en el sofá, junto a Jano y Truko, que le cuidaban como a un hermano; aunque como Jano y Truko eran un par de perros grandotes, a veces les entraban ganas de comerse al gato montés, pero Sofía no les dejaba y ellos obedecían; los perros lamían las heridas de Nico y en pocos días, Nico estaba otra vez corriendo y corriendo, escalando montañas y bordeando lagos, porque no sabía nadar. Lo único que no le gustaba a Sofía de los días que pasaba Nico en su casa era que el gato montés siempre se hacía una caca bien grande al lado de los rosales de Sofía y, claro, quedaba muy feo y maloliente. Pero luego Nico, después de echar la cacota, ayudaba a Sofía a coser botones muy lindos en camisas, y Sofía le perdonaba y le hacía unas caricias.

Una vez, Nico decidió no correr tanto y se montó en el maletero de un autobús de violinistas que iba recorriendo Europa. Cuando alguien abría el maletero para robar los violines, Nico pegaba un buen gruñido y los ladronzuelos huían espantados. Así que Archi, que así se llamaba el director del grupo de violinistas, dejó que el pequeño polizón viajase con ellos y le daba gominolas después de cada actuación.

Cuando regresó de su viaje por Europa, Nico se recorrió las casas de todos sus amigos, incluida Naná, que le leía cuentos, para enseñarles las fotos que había hecho y regalarles a cada uno un souvenir que había escamoteado en algunas tiendas de Noruega, Francia y Austria. También se acercó a llevarles unas golosinas a Dani y Hugo y a darles recuerdos de Jano y Truco, los perros grandotes. Luego volvió a dormir bajo su árbol preferido en el Bosque Fles y a correr, correr y correr, de vez en cuando y de cuando en vez también saltar y saltar, soltar algún pedete al descuido, roncar arropado por las estrellas y soñar con Luna, la gata montesa más bonita del mundo, bebiendo zumo de piña.

DESPERTANDO

En la calle

se ha apagado el ruido;

hoy no me preguntas

cuál es el motivo.

 

Y las olas

romperán su ritmo,

los amaneceres

nos tendrán en vilo.

 

Las manzanas

no crean conflictos

ni discordias,

mío, tuyo, mío.

 

Al rozarte

como en un descuido

¿hacia dónde vamos?,

mío, tuyo, mío.

 

Y besarte

hasta los latidos,

dime en qué quedamos,

mío, tuyo, mío.

 

Dejaremos

sin fin este escrito,

¿será nuestro?

mío, tuyo, mío.