CENICIENTA
Cenicienta existió a veces
con banda sonora propia
y otras veces... no.
Inventó los zuecos naranjas
hechos a base de calabazas y sueños rotos,
perdió un beso en el baile de fin de curso
y, en la medianoche del reloj,
detuvo un suspiro de alegría en su desván
al ver que los cepos de su madrastra
habían funcionado, demasiado.
Cenicienta existió a veces
en mp3, para no desfasarse,
y, otras veces, su vida fue un pause eterno del dvd,
guardaba su diario en un calcetín
y el calcetín en un pequeño baúl de nácar
escondido bajo la tarima flotante que barría sin cesar.
Soñó con ponys blancos de nube
atados, girando en círculo en la feria,
y giraba como un pony,
los ojos cerrados,
con su único pañuelo agarrado a sus dedos
bailando al son del viento.
Cenicienta existió a veces
en las mentes de las feas hemanastras,
pero no era Doctora en Cirujía Plástica,
por eso la odiaban
y le escabullían los zapatos del armario,
cuando no miraba,
cuando sus ojos buscaban un pirata en el horizonte,
sí, Cenicienta soñaba que era Jack Sparrow
y no un príncipe pitufo quien la rescataba,
siempre le gustaron el mar y el trocito de limón en el cubalibre.
Tuvo complejo de Blancanieves a los quince,
por eso evitaba las manzanas
y nunca quiso saber por qué ardió Troya.
Cenicienta existió a veces
en todas las muchachas cuyos ojos brillan al olor del romero
- como los tuyos -,
y, otras veces, apagaba el despertador,
sin levantarse de la cama,
para quedarse cinco minutos más escondida
en un cuento.
2 comentarios
Cerro -
Gilda -
Un saludo, cuentero.