Crónicas sobre mi abuelita 8. Cuidado con los bichos
Si ya me lo decía mi abuelita: "hijo mío, ten cuidado con los bichos del bosque", y yo a veces le hacía caso. Y así me fue, que un día salí a bucear al estanque con frac y apareció una rana que me contó que si le daba un beso en la boca, se convertiría en Liliane Bettencourt, pero que podía llamarla Lili, porque ella lo valía; yo pensé que era un truco y que podía ser un tiburón disfrazado, así que salí corriendo del estanque con mis aletas de buceo y mi frac empapado, sin mirar atrás, saltando arbustos, esquivando ramas, evitando despertar a los lémures orejipeludos, a los indris y demás bichos, cuando, de pronto - casi podría decirse que de repente -, me topé con dos excursionistas que me confundieron con un pingüino e, intentando salvarme, me metieron en su mochila y me llevaron hasta una cabaña de madera que se habían construido en medio del bosque.
Allí me trataron muy bien, me dieron churros con chocolate y un libro de dibujos para colorear con ceras; luego me dieron una navaja suiza, me llevaron hasta la parte más frondosa del bosque por la noche y, ¡ale, pingüino, a sobrevivir! Así que... nada, allí estaba yo con mi frac, mis aletas y mi navaja suiza, solo en medio de un bosque desconocido, viendo pasar corriendo a Caperucita y a un grupo de enanos mineros silbando, escuchando los rugidos de los tiburones a lo lejos, pues me dio por pensar que me perseguía una manada de tiburones de rama en rama; así que no me quedó otro remedio que sacar mi móvil y pedir un taxi para volver a casa; ya en el taxi camino a casa, tuvimos un percance, casi atropellamos a una ardilla que había cruzado sin mirar.
Si ya me lo decía mi abuelita: "hijo mío, las ardillas son unos animales algo bobos".
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MSM -
MªE. -