LEYENDA DEL EXPLORADOR Y LOS SALTOS
Un explorador chocó
contra un salto de canguro
que se habían olvidado
los marsupiales; “seguro
que andaban de fiesta”,
pensó el hombre del sombrero
salakof y a grito limpio
dijo: ¡Canguro lunero,
rapero y cascabelero,
tengo aquí tu salto entero!
Un explorador que andaba explorando (supongo) por la Senda ecológica del Tajo se encontró un salto de canguro que algún marsupial había perdido; lo guardó en su mochila y se puso a buscar al animalito; no debía ser difícil localizar al único canguro que no saltaría al verle; sin embargo, a medida que avanzaba entre higueras y tarais iba encontrándose más y más saltos perdidos. “¡Esto es una catástrofe!”, pensó, “¡los canguros están perdiendo sus saltos!”, y poco a poco fue llenando su mochila de más y más saltos; también se encontró con una oca, pero no tuvieron una conversación lo bastante interesante como para escribirla aquí. Pues bien, justo en el momento en que ya no le cabían más saltos en la mochila, apareció una horda de aviones, que son como las golondrinas, pero sin corbata, porque van de sport y, en este caso, además eran asesinas, porque asesinaban; el explorador se puso a hacerles fotitos, claro, y los aviones se lo merendaron a base de bien.
¿Y qué pasó con los canguros y con la mochila llena de saltos?, os preguntaréis, ¡yo qué sé!, aún me cuesta entender cómo es posible que por la Senda de Toledo haya canguros salvajes; yo no los he llegado a ver, pero cuentan que es porque se esconden mimetizándose con el puente Alcántara, como los camaleones. Si algún día, pasea que te pasea, os encontráis una mochila saltarina, sabréis que esta historia no es sólo una leyenda.
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