LA POLILLA
Hace un par de días, justo aquí al lado, en la puerta contigua, vivía una polilla llamada Láxis. Láxis era algo pijotera, no porque dijese oseas ni extramegasuperguay, sino porque le encantaba hartarse a mordisquear la ropa de marca. A mis vecinos, los dueños de la casa donde Láxis revoloteaba, no les importaba tener una inquilina cuya máxima diversión consistía en atacar cocodrilos de tela. Quizás porque nunca consiguieron tener hijos, o bien porque eran algo pardillos, mis vecinos querían mucho a Láxis. La sacaban de paseo, le compraban ropa de bebé, la dejaban dormir en el armario de su dormitorio... Todos parecían felices a más no poder. ¿Y qué pasó?, ¿y qué pasó?, pregunatréis, estimados niños. Pues qué podía pasar, mil aventuras vivió Láxis en sus búsquedas de tesoros de botones, luego murió, porque las polillas no viven demasiado. Y todas las camisetas de la casa de mis vecinos fueron felices y comieron perchas de madera.
2 comentarios
buu -
carmen -
Jaja.
Saludos cordiales. Carmen.
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