BUEN LADRÓN
De niño su mirada era una flor
de las que sobreviven primaveras;
de joven le privaban las carteras
- su mano era veloz -
ajenas, de prestado a su chaqueta.
No todos le llamaban Buen Ladrón,
en especial las madres de las chicas
aquellas que soñaban que eran ricas
desde su habitación
y que él el corazón les robaría.
Tal vez fue que perdiese la ilusión,
tal vez fue que eligió cambiar su vida,
lo cierto es que a los treinta en un buen día
sus manos ya no usó
para afanar a gente en gabardina.
Tan bueno, tan traidor, tan clandestino,
tan rico en el afán de la pobreza,
tan pobre como un vaso sin cerveza,
tan gélido destino,
tan dulce como el vino de cereza.
Se supo por las calles del lugar
que el monte fue su ya eterno escondrijo,
pastor de una pastora con un hijo,
solía corretear
con ellos entre abetos y entre pinos.
De poco le sirvieron su cantar
en los días pasados: sus hazañas,
sus hurtos, sus carreras y artimañas
para la ley burlar,
pues le acabó cazando una muchacha.
Tan bueno, tan traidor, tan clandestino,
tan rico en el afán de la pobreza,
tan pobre como un vaso sin cerveza,
tan cálido destino,
tan dulce como el vino de cereza.
1 comentario
Mº Encarna -
Gonzalo, eres terrible. Has elegido bien hasta la imagen. Si se ha visto la película, - y tuve esa suerte- es imposible olvidar las miradas entre padre e hijo; aunque en este caso sabemos que el gélido destino no permite esa correspondencia. Hoy al recordarla junto a tu poema, al que comunica mayor ternura y capacidad poética me he vuelto a emocionar.
Bueno, ¡y menudo encabalgamiento, con un verso por en medio! ¡ENHORABUENA!. Ya decía D. Quijote: Sancho Confía en el tiempo que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.