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Cerrolaza

¡GLUSSSP!

¡GLUSSSP!

Realmente no le resultaban soporíferos los documentales de La 2, de hecho, le encantaba ver imágenes de locos que acariciaban tiburones o echaban carreras a los guepardos mientras cosía los bajos a unos vaqueros o intentaba componer alguno de sus juegos de rompecabezas. Los puzzles nunca le gustaron, pero los dados con seis dibujos de los rompecabezas le pirraban; a su cachorro también, aunque el sabueso no intentaba conseguir el dibujo buscado, sino zamparse algún cubo como si de un hueso geométrico se tratase.

 

Ahí estaba aquella tarde, con un pijama estampado con mil gatos y su par de calcetines blancos preferido, jugando, acariciando a su perrito y viendo a los animales hacer el animalito por la tele, nada le hacía imaginarse el inmediato y fabuloso futuro que la esperaba en el baño de su casa. El documental era de Óscar, memorable, no quería dejar de verlo. Al fin, tras dejar escapar como quien no quiere la cosa un lustro de pedetes, se levantó para hacer un pisito y una cacota, fue corriendo, ya que en ese instante un tigre estaba a punto de ser aplastado por un hipopótamo enano - algo muy curioso, según decía el periodista -, y nada más entrar en el baño, justo al ir a pisar la primera baldosa de porcelanosa… ¡aaahhh! el suelo se convirtió en una especie de blandiblú que tiraba de ella hacia abajo, como si pisase arenas movedizas… ¡Glusssp!, se escuchó en todo el edificio cuando el suelo terminó de tragarse el cuerpo de la muchacha.

 

¿Qué había bajo el suelo?, ¿un país de maravillas con un conejo gigante y soldados-carta?, ¿el infierno con sus hogueras y sus tridentes?, ¿una nueva dimensión como a la que fue Javier Lázaro cuando se cayó entre metro y andén en una estación en curva?, ¿la receta de la coca-cola? Jamás lo sabremos (tenga en cuenta el lector que el suelo del baño sólo se tragó a nuestra protagonista, no al narrador, por lo que a éste le resulta imposible saber qué fue de la dulce muchacha). El pobre perrito, quien al oír el “¡glusssp!”, fue muy preocupado a ver qué le pasaba a su amiga, tan sólo encontró un baño vacío y allí quedó: solo en el salón de la casa y sin saber usar el mando de la tele para apagar aquellos malditos documentales. Eso sí, antes de morir agonizando de documentalitis, se dio un gran festín con todos los dados de los rompecabezas que había en la casa.

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Sofia -

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