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SANGRE SANGRITA... CULITO DE RANITA

SANGRE SANGRITA... CULITO DE RANITA

No puede ser. Que no, que no y que no. Siempre había creído que estas cosas no pasaban, igual que ver hojas perennes caer en otoño en un vaivén de azar o igual que la gravedad de las nubes, vamos, que no existen ni pasan ni ocurren. Se me ocurre que quizás antes, cuando la Tierra era plana y parecía un globo terráqueo desinflado, entonces puede que las nubes sí tuviesen gravedad y las pelotas de los niños se perdiesen entre los algodones del cielo, para que los angelitos, esos mocosos tan pobres que siempre andan desnudos, pudiesen jugar al baloncesto o... no sé, "a botar la pelota y al que se lacaiga es un idiota". En fin, en principio son cosas que sólo podrían haber pasado en esa época llena de magia y brujas y sinsaberes populares, pero hoy no, hoy la ciencia tiene mucha paciencia y tiene explicaciones para todo todito; y esto no puede ser.

 

No sé qué pensaríais si os pasase a vosotros, chicos de pelo en pecho y bigotes mal crecidos y afeitados, a vosotras sí, claro, os ocurre cada mes, excepto, de vez en cuando, cada nueve meses. Supongo que me siento como cualquier primera vez, extrañado, con algo de susto por dentro, como con un gusano de fiesta en mis tripas que trepa y trepa y salta. ¡Tener la regla! ¡A mi edad! ¡Y siendo hombre! La tonta de Silke no lo contaba en su estúpido anuncio, ni la Sra. Menstruación, sí, la que decía hola, ahora comprendo lo de su sonrisa maquiavélica ¡JA, JA, JAJOJA! Y lo peor de todo es que no sé cómo voy a utilizar las compresas, los tampones por supuesto que no son para hombres, pero ¿las compresas? ¡Uff! ¡Con alas! ¿Dónde pego las alas? No, no hace falta que respondáis, gracias.

 

Y encima, para más inri, que esto sí que es todo un inri, de Semana Santa e, incluso, de Mes Santísimo y Confesado... te digo..., me hubiese gustado ver si Cristo salvaba a alguien si en lugar de latigazos, hubiese tenido la menstruación. Encima, digo, tengo que ir al trabajo, que a ver cómo le digo yo al jefe que hoy no me encuentro dispuesto porque me duelen las tripas más que si hubiese estado jugando al fútbol con mi barriga o si le cuento que "me gusta ser mujer", porque, la verdad, es estos momentos no se lo deseo a nadie.

 

Mi novia me dice que no es para tanto, que ella lleva así desde los trece añitos... pobre, no me extraña que me aguante con esa calma estoica, claro, que comparando... Se parte de risa, cuando me vio metido en la bañera con cara de haberme arrancado los mismísimos, que es lo único que, en los primeros momentos, me entraba en la cabeza, se asustó, pero luego, al ver que sólo era la regla, el miedo pasó en su expresión a convertirse en risa de venganza, "así arenderás", decían sus dientes bajo su sonrisa, preciosa, hasta en estos casos, hay que fastidiarse.

 

Bueno, son ya las ocho y cuarto, me voy al ginecólogo, a que me toque un poco los... ahí abajo.

DIÁLOGO AHUMADO

DIÁLOGO AHUMADO

- ¡Ey, Rubiales!, ¿cómo andas?

- Buenas, Negrín.

- ¿Tienes dedos?

- Claro, aquí tienes. ¿Me das uno?

- ¿Cómo no? Toma.

...

- ¿Viste lo de Guadalajara?

- Sí, pero me enteré unas semanas después, estuve de maquineo por Valencia.

- ¿Te me has vuelto makinero?

- Pss..., por obligación, te lían te lían y no hay quien diga que no al baile y al chunda-chunda, tronco.

- A mí me gustan los Leño, son más auténticos.

- Ya ves, de estanco, de lo bueno de toda la vida.

...

- Pues cuentan que no fue culpable ninguno de los nuestros.

- ¿Culpable de qué?

- Del incendio manchego.

- Si es que todo el mundo piensa que somos unos pirómanos, que disfrutamos con las cerillas, joé, ni que fuésemos unos chamanes indios amantes de la danza del fuego. Nos tienen excluidos y hacen con nosotros lo que les viene en gana con el tópico ése de que somos asesinos.

- Ya te digo, el otro día casi me ahogan a base de extintor, un loco, que se puso a lanzar chorros y chorros de algodón gomoso, y yo, claro, pensaba que era por mí, pero no, luego me di cuenta de que una lámpara encendida se había caído y había prendido unas cortinas que estaban al lado mío, como el jefe me deja tirado en cualquier sitio...

- Peor fue lo mío: estaba en Barajas, ¿no?, y el vuelo que se retrasa más de media hora, de pronto, cuelgan el cartel de “retraso” en el vuelo WR147, que era el mío, en los marcadores amarillos de los techos y pienso: “ya está liada”. Pues tres horitas que me tuvieron en un cuadrado de menos de dos metros, con el aspersor ése que me llamaba todo el rato, joé, parecían las sirenas de la Odisea. En fin... qué te voy a contar que no sepas... ¿Entramos ahí a tomar unas cañitas?

- Vale, espera que apago el humano.

LA IMPORTANCIA DEL FELDESPATO

LA IMPORTANCIA DEL FELDESPATO
Eva Fel camina despacio. El calor cae hasta acariciar su frente en un baile de playa y arena que hace olvidar la siesta. Las huellas de sus pies no aguantan mucho tiempo el vaivén de las olas. De pronto, un perro le ladra moviendo la cola y, detrás, Él, ni muy bajo ni muy colorado, pero el demonio al fin. Sí, es el demonio en toda regla. "Hola, Eva, le has gustado a mi perro y no es de los que se encariñan con cualquiera, te regalo esta manzana". Roja, jugosa, brillante, Eva muerde el fruto sin pensárselo dos veces para caer rendida en un desmayo. El paseante de canes desaparece en un plisplás y medio tris. Los bañistas siguen soltando cartas, untándose cremas, leyendo, jugando con la arena... ninguno ve a Eva en la orilla, sólo las olas se ocupan de mecerla.

Adán Despato corre por la orilla. La lluvia baja y sube hasta tocar el horizonte iluminado por los últimos rayos de sol. Su sombra se separa intermitente de su cuerpo ante la risa de las conchas. De pronto, un perro le ladra moviendo la cola y, detrás, Él, ni mucho tridente ni muchos cuernos, pero el demonio al fin. "Hola, Adán, no le haces gracia a mi perro y no es de los que se llevan mal con cualquiera, le daré una de tus costillas para cenar". Sangre, goteo, densidad, Adán maúlla de dolor hasta caer aturdido en un desmayo. El paseante de canes desaparece en un plisplás y medio tris. Los amantes siguen soltando besos, untándose caricias, leyendo labios, jugando con la arena... ninguno ve a Adán en la orilla, sólo las olas se ocupan de mecerlo.

Eva y Adán, quizás soñando, quizás en su paraíso, seguramente inducidos por el paseante de canes, el demonio al fin, descubren unidos en un abrazo la importancia del feldespato.