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Cuentos para dormir renacuajos

EL ASCENSOR DORADO

EL ASCENSOR DORADO

Allí estaban Cristina y David junto a su hija, Julia, abriendo la puerta del hotel, dispuestos a dejar las maletas, ponerse el bañador y comenzar a disfrutar de unas deseadas vacaciones. Sin embargo, la pequeña Julia pensaba en otra cosa, al salir del ascensor del hotel había notado que alguien la llamaba y no era la voz de mamá ni la de papá, ni siquiera la de su primo Pablo; no, era una voz más grave y que, aunque algo tenía de familiar, no reconocía: JULIA, JULIA… la voz se repetía en su cabecita una y otra vez. Así que no lo pensó más, mientras sus padres metían las maletas en la habitación, Julia corrió por el pasillo hasta el ascensor, se metió de un brinco y pulsó todos los botones uno tras otro, mientras las puertas se cerraban aun pudo ver a su mamá corriendo por el pasillo gritando su nombre. ¡PLAM! Las puertas estaban cerradas y el ascensor se movía, pero no arriba ni abajo, como hacen los ascensores corrientes, este ascensor se movía en horizontal, hacia el Norte, siempre hacia el Norte.

Era un ascensor dorado, su pintura de oro provocaba unos reflejos que parecían el sol y que brillaban aún más en el espejo. Julia estaba un poco asustada, era la primera vez que se separaba de sus papás en un sitio extraño, pero seguía escuchando esa voz grave que la llamaba: JULIA, JULIA… De pronto, el ascensor frenó en seco chirriando como si fuese un vagón de tren; las puertas se abrieron de par en par y la pequeña pudo contemplar un espectáculo maravilloso de color: ante sus ojos tenía el verde de mil árboles y arbustos; el azul de un lago celeste; el amarillo de cientos y cientos de canarios revoloteando; y el rojo de un montón de extintores. Sí, Julia se encontraba en el bosque Fles. Volvió a escuchar su nombre y corrió hacia esa voz que casi le parecía un aullido. Al fin se encontró a sus amigos Jano y Truco, los perros del bosque Fles, que la abrazaron y llenaron la cara de lametones.

-        ¿Por qué me llamabais tanto?, ¿qué os ocurre? – preguntó Julia.

-        Es que necesitamos tu ayuda, Julita – dijo Jano.

-        ¡Ezo, ezo, necesitamoz tu ayuda! – agregó Truco – ze noz ha colado la pelota en aquel ágbol y como no tenemoz manoz no zomoz capacez de alcanzagla.

-        Es que a Truco le encanta que le lance la pelota para correr tras ella una y otra vez – explicó Jano.

-        Tranquilos, llamaré a mi primo Pablo, que es muy alto, para que os alcance la pelota.

A Pablo no le llamaron mediante el ascensor dorado, sino que le enviaron un whatsapp y en quince minutos apareció con Carmen, Aurora y Javi, que aprovecharon para dar un agradable paseo por el bosque y recoger un poco de romero para José Antonio y Manolo. De un salto, Pablo cogió la pelota y se la lanzó bien lejos a Truco que desapareció tras ella.

Julia pidió a Jano que se despidiese de Truco de su parte y le dio un abrazo; luego se montó en el ascensor para que la llevase de vuelta con sus padres. El ascensor se dio mucha prisa y, como en el bosque Fles el tiempo pasa más despacio, cuando abrió sus puertas sólo habían pasado dos minutos desde que las había cerrado cuando Julia montó por primera vez. Julia salió del ascensor a buscar a su mamá y a su papá quienes, al verla, se pusieron tan contentos que en lugar de regañarla por escaparse, le dieron un enorme abrazo; y entonces los tres disfrutaron de unas estupendas vacaciones: Cristina paseó por la playa, David terminó de leer esa novela que hacía tiempo se le resistía y Julia encontró la Atlántida en la piscina del hotel, aunque ésa es otra historia.

FIN

¡Babas y pelos!

¡Babas y pelos!

- ¡Eh! Oigo el gggum de un coche conocido. ¡Es el papa!

- ¿Hum? Pero oigo unos pasos diferentes; viene acompañado.

- Huele a Gafa, el compi de papa. ¡Chachi piruli!

- Espera, Truco, que oigo seis zapatos.

- Es Juan, ¡el zagagozano!, que todavía no nos conoce.

- Pues nos va a conocer.

- Jejejeje (guisa malóvola).

- ¡¡¡Biennnnnn!!! ¡Vamos a llenarle de babas y pelos!

- ¡Ezo, ezo, babas y pelos, babas y pelos!

- ¡Fiesta, juerga, algarabía!

- Sí, ezo también, pero mejor muchas babas y pelos. ¡Babas y pelos!

- Vale, Truco, antes de que abran la puerta de casa tenemos que trazar un plan.

- ¿Un plan? ¡Biennnnnn!, ¡plas, plas, plas! (pezuñadas).

- Truco, primero tú le llenas los pantalones de babas y luego yo le echo mogollón de pelos, así se le quedarán pegados y parecerá una ardilla.

- ¿Una agdilla?, ¿dónde?, que me la como...

- ¡Truco! Estate a lo que estamos.

- De acuegdo… pero, Jano, mejog yo las babas y tú los pelos.

- ¿Ein…? De acuerdo, Truco, te dejo a ti las babas, pero me debes un favor.

- Ok, te debo un favog, cogue cogue que ya viene Juan… ¡BABAS Y PELOS!

 

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http://cerrolaza.bubok.es o pídelo a gcerrolaza@hotmail.com (sin gastos de envío en España).

 

Buenas,

 

Soy Cuentos para dormir renacuajos, pero podéis llamarme CDR, el nuevo libro de Gonzalo López Cerrolaza, aunque podéis llamarle Gonza, Cerrolaza, Cerro, a gritos, suavemente, escribirle un correo o no llamarle.


Soy naranja naranja, no como esos libros que son naranja mandarina o naranja calabaza; y ésta es una de mis mejores cualidades, pues quedo la mar de bien en cualquier librería, estante o mesa de noche; también luzco mucho en tus manos cuando viajas en el cercanías, en el metro o en el AVE.

Otra de mis muchas cualidades es que soy un libro de bolsillo, pero también puedes llevarme en bolso, maletín o mochila. O a modo de sombrero en la cabeza, haciendo equilibro, quedo muy cool.

Con todo, la mejor de mis características es que soy un libro que no hace falta leer, y no como esos otros que parece que es un obligación; quiero decir que poder leerme, puedes, pero sobre mí no te harán preguntas como, por ejemplo, con los libros de García Márquez, que todo el mundo te dice: "¿has leído Cien años de soledad?" y a ti, claro, te toca mentir y decir que sí, aunque sólo lo has comenzado varias veces. Sobre mí, lo que te preguntarán es: "¿has comprado Cuentos para dormir renacuajos?" y ahora puedes ser sincero y responder: "por supuesto", porque me has comprado, aunque puedes haberme leído o no. ¡Qué chachi!


Y otra de mis características es que soy robable, pero tened cuidado, que el otro día aparecieron siete ardillas con pasamontañas negro en mi casa y Jano y Truco se dieron un festín.

En fin, ahora voy a dejaros los nombres de los peques a quienes voy dedicado y algunas curiosidades:


Aurora y Laura; Pablo y Julia; Daniel, Alberto y David; Daniel y Hugo; Alonso; Candela; Berta y Nacho; Manuel y Malena; Laura; Manuela y Pablo; Hamsa y Zinab; Mª José y María; Naná y María; ______________ (el nombre de tu hijo/a o sobri, claro); el burro Felixín y Sofía.

Curiosidades:

· Durante mi nacimiento, ninguna ardilla ha resultado herida.

· Chuck Norris se cortó levemente un dedo al pasar de mi página 44 a mi página 45.

· El 0,0 % de los beneficios de mis ventas irán dedicados a la creación de cepillos de dientes fluorescentes para ardillas (¿por qué fluorescentes?, porque molan más y por el flúor).

· Realmente no está documentado lo que dice Cerro de que Peter Pan comiese pan de molde.

· Las brujas de gallinas salvajes son más guapas que cualquier hada.

· Cancervecero bebía cerveza sin alcohol, y mucho ron.

· Ikea me recomienda para ajustar el nivel de sus mesas Bjursta, pero también sirvo para las Stockholm.

Dos de mis mejores amigos son Al Sur de las palabras y Los Pelícanos ven el Norte.

Tres por tres no hacen treinta y tres.

Dulcamara sacará su nuevo disco en diciembre de 2013, espero, y El Puchero del Hortelano acaba de sacarlo ahora en noviembre.

Odin Kaban suena de lujo y Nocturnia en mi coche (¿es que nunca habéis visto un libro conducir?). También suena muy bien La Nave del Monasterio de Bipartidos de Risa.

¿Todavía no conoces Burrolandia?, ¿y al burro Felixín? Pues pásate un domingo por la mañana a disfrutar con ellos.

· Los gamusinos son amigos de los cíclopes.

· Hansel y Gretel desaparecieron en el bosque Fles; también Garbancito, pues las migas de pan que iba dejando para encontrar la salida se las comieron… adivina quién… por supuesto, las ardillas.

Cuentos para dormir renacuajos

Nico, el gatito montés misino

Nico, el gatito montés misino

Corría, corría y no paraba de correr; también saltaba de vez en cuando, de cuando en vez; y escalaba cuando encontraba montañas; y rodeaba los lagos, pues no sabía nadar.

Le llamaban Nico y no medía más de setenta centímetros. Nico era un gato montés ágil y veloz. Le gustaba la velocidad y soñar que ganaba un gran premio de Fórmula 1. Con casco verde, a lomos de un Ferrari él se pondría un casco verde. Nico corría y corría.

Se torció una pata contra una piedra que no había visto en su carrera y tuvo que frenar; unas ardillas contemplaron la escena riéndose y Nico se las comió de un bocado, ¡ÑAM!, por bobas.

De vez en cuando saltaba en los campos de amapolas, parecía Heidi, tan contento cuando estaba muy arriba en el salto.

Dormía arropado por las estrellas - que ya sabéis que dan calor a los peques que se han portado bien durante el día - y soñaba que subía a un autobús escolar con su mochila llena de libros de Historia, de Mates y de Cono y se sentaba al lado de la gata montesa más bonita del mundo, Luna, que tenía un lunar en el hocico y un lazo azul en la cola. Y en el recreo compartían el zumo de piña.

Corría, corría y corría mirando cazador al horizonte. Olía a kilómetros el cocido con hueso de jamón de pata negra que preparaban Laura y Borja para Manuela y Pablo, grandes amigos de Nico; y se le hacía la boca agua.

Algunas tardes, le sentaba mal el almuerzo y se tiraba pedos. Olían mal, muy mal, olían a pedo de gato montés. ¡Uf!

Algunas mañanas le daba pereza levantarse y se quedaba acurrucado pidiendo un ratito más a su mamá.

Y algunas noches soñaba que un dragón amarillo salía del tronco de su árbol y juntos cantaban canciones alrededor de una hoguera.

En verano Nico se iba corriendo hasta la Puebla de Montalbán a visitar a sus amigos Dani, Alberto y David que se bañaban en la piscina y le salpicaban. Nico, que los quería mucho, dejaba que le mojasen, pero no se bañaba con ellos, ¿por qué?, claro, porque no sabía nadar. Luego los peques se secaban y los cuatro jugaban con la pelota toda la tarde hasta que mamá Gema sacaba del horno unas galletas con miel que estaban riquísimas. Y al caer la noche, papá Rafa le hacía una camita improvisada en una esquina, cerca de la cama de David, para que descansase vigilando el sueño de los niños.

En otoño Nico se iba corriendo hasta casa de Aurora y Laura y juntos veían… creo que un documental sobre las amortizaciones de Mendizábal… ¿NO? ¡Ah, no! Veían una peli de Ariel y el cangrejo Sebastián y se reían mucho, porque caminaba al revés, como era un cangrejo... Luego mamá Ali, que para Nico era casi su tía, sacaba ganchitos y la mejor empanada casera del mundo mundial y cenaban todos juntos, mientras, papá Rodri enseñaba a Nico a montar en moto, en moto de juguete, claro.

En invierno Nico se iba corriendo hasta casa de Candela y jugaban a la zapatilla por detrás mientras escuchaban una canción heavy que hablaba de los columpios y de construir castillos de arena en la playa. Luego mamá Ángela y papá César los montaban en el coche y se iban al pinar a merendar unos bocatas vegetales que estaban riquísimos; Nico los prefería cuando llevaban unas lonchas de pavo, pero tampoco le importaba demasiado, porque esos bocatas vegetales, con mucha lechuga y aceitunas, estaban deliciosos. Tras la merienda, Candela se subía de un salto encima del gato montés y se iban corriendo a los columpios. Y por la noche, César llevaba a Nico derrotado por tanto juego al Bosque Fles, y le dejaba debajo de su árbol preferido descansando y soñando que subía a un autobús escolar y se sentaba al lado de Luna, la gatita montesa más bonita del mundo, con un lunar en el hocico y un lazo azul en la cola.

En la primavera, una semana al año, Nico se ponía malito: le salían granos por todo el cuerpo que picaban mucho mucho; entonces Sofía le dejaba dormir en el sofá, junto a Jano y Truko, que le cuidaban como a un hermano; aunque como Jano y Truko eran un par de perros grandotes, a veces les entraban ganas de comerse al gato montés, pero Sofía no les dejaba y ellos obedecían; los perros lamían las heridas de Nico y en pocos días, Nico estaba otra vez corriendo y corriendo, escalando montañas y bordeando lagos, porque no sabía nadar. Lo único que no le gustaba a Sofía de los días que pasaba Nico en su casa era que el gato montés siempre se hacía una caca bien grande al lado de los rosales de Sofía y, claro, quedaba muy feo y maloliente. Pero luego Nico, después de echar la cacota, ayudaba a Sofía a coser botones muy lindos en camisas, y Sofía le perdonaba y le hacía unas caricias.

Una vez, Nico decidió no correr tanto y se montó en el maletero de un autobús de violinistas que iba recorriendo Europa. Cuando alguien abría el maletero para robar los violines, Nico pegaba un buen gruñido y los ladronzuelos huían espantados. Así que Archi, que así se llamaba el director del grupo de violinistas, dejó que el pequeño polizón viajase con ellos y le daba gominolas después de cada actuación.

Cuando regresó de su viaje por Europa, Nico se recorrió las casas de todos sus amigos, incluida Naná, que le leía cuentos, para enseñarles las fotos que había hecho y regalarles a cada uno un souvenir que había escamoteado en algunas tiendas de Noruega, Francia y Austria. También se acercó a llevarles unas golosinas a Dani y Hugo y a darles recuerdos de Jano y Truco, los perros grandotes. Luego volvió a dormir bajo su árbol preferido en el Bosque Fles y a correr, correr y correr, de vez en cuando y de cuando en vez también saltar y saltar, soltar algún pedete al descuido, roncar arropado por las estrellas y soñar con Luna, la gata montesa más bonita del mundo, bebiendo zumo de piña.