¡Que no se os escapen los sueños! XVI
Como las cosas malas de esta vida provienen siempre del cielo, escuché la voz de mi pareja desde el piso de abajo. Sus jadeos llegaron de arriba, del dormitorio, estaba con otro tipo. Al verme en la puerta, mirándolos, callado, se quedó inmóvil. El tipo cogió su ropa desperdigada por el suelo y salió de la habitación y luego de la casa con el rabo entre las piernas. Ella estaba tan bonita, desnuda, despeinada, sudorosa, caliente, que no pude resistirme y le hice el amor con frenesí.
Encendí un cigarrillo. No dije nada. Ella tampoco. Disfrutamos el momento como si nada hubiera pasado, sólo aquel magnífico instante de pasión desenfrenada que hacía años teníamos a diario y que se había ido apagando como una vela se consume por el paso del tiempo. Acabado el pitillo le dije: Gracias, cariño, me has devuelto a la vida. Y ella me respondió: Lo sé, lo he notado, amor.
A veces hay que bajar del cielo para subir a la tierra. A veces hay que odiar para volver a amar.
© Gonzalo López Cerrolaza
Encendí un cigarrillo. No dije nada. Ella tampoco. Disfrutamos el momento como si nada hubiera pasado, sólo aquel magnífico instante de pasión desenfrenada que hacía años teníamos a diario y que se había ido apagando como una vela se consume por el paso del tiempo. Acabado el pitillo le dije: Gracias, cariño, me has devuelto a la vida. Y ella me respondió: Lo sé, lo he notado, amor.
A veces hay que bajar del cielo para subir a la tierra. A veces hay que odiar para volver a amar.
© Gonzalo López Cerrolaza
4 comentarios
Gonzalo -
alexia -
un besazo.
Gonzalo -
Un fortísimo abrazo.
JVPascual -
Un abrazo y bienvenido al mundo tremebundo y libérrimo de los weblogs. El que no se hace oír es porque no quiere.