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Cerrolaza

LA CABEZA LLENA DE PÁJAROS

LA CABEZA LLENA DE PÁJAROS

No es que fuera un soñador, pero tenía la cabeza llena de pájaros. Literalmente. De sus cabellos se agarraban las patas de dos canarios, un ruiseñor y un cuervo; además, revoloteaban a su alrededor varias palomas grises y tres urracas. Ángel, que así se llamaba el hombre-nido, guardaba bajo sus cejas, bajo manchas de cagadas, plumas y picotazos, una mirada intensa, llena de odio y frustación. Los odiaba, a todos, aborrecía sus graznidos, sus gorjeos y piares; odiaba el batir de sus alas y sus patitas pinzadas a su pelo; y se sentía frustado, mucho, ya que nunca consiguió deshacerse de ellos. Se volvió insomne, pasaba las noches en vela ideando tácticas de batalla contra sus celestes inquilinos. Sin embargo, cuando ya hubo intentado todo para que se fueran lejos, al mismísimo infierno, desistió. Lo más que logró fue que migrasen unos meses, entre los seis y los siete años y los doce y trece, pero siempre volvían en primavera para convertir la vida de Ángel en el más triste de los otoños.

Pasados los peores momentos: la infancia sin amigos, la adolescencia sin amigas, la universidad sin beca de estudios..., Ángel decidió dejar de odiar tanto y aprender a dormir tranquilamente. Y  su mirada cambió a otro color. Suavidad y destellos de esperanza. Les puso nombres a todos sus pájaros, les hablaba por medio de un espejo para poder mirarles a los ojos, incluso llegó a echarse alpiste sobre la cabeza los días que alguno cumplía años. 

Por lo demás, Ángel era un tipo corriente, sacaba a pasear al perro por el parque, observaba con hambre despierta los traseros de las muchachas guapas, se ponía gafas de sol aunque estuviese nublado... Eso sí, nunca vio Los Pájaros de Mister Alfred ni leyó Los Santos Inocentes de Don Miguel.

Vivió una larga vida llena de buenos momentos y de momentos para olvidar; no tuvo hijos, aunque sí se consideró el abuelo de muchas crías de canario, suiseñor, cuervo, paloma y urraca. Todos con sus nombres y apellidos, para distinguir. Cuentan que murió con una enorme sonrisa, luego de haber llenado con alpiste todos los platos y cuencos de su vajilla, escrito una nota con lágrimas de despedida y tumbado en el suelo bocarriba para ver a sus amigos revolotear lentos. Tenía una vida indiferente y solitaria; la despensa agotada hasta el punto de verse impecable, la cama espolvoreada de ausencia, los bolsillos y la hucha vacíos, y la cabeza llena de pájaros.    

10 comentarios

Cerro -

Gracias a vosotros, majos.

Smaointe -

Resignación no, Lau: Aprender.
Gracias por el relato. Podrían escribirse páginas enteras acerca de él, pero será mejor que cada uno lo disfrute a su manera, como los sueños. Gracias de nuevo.

Diego J. -

Lo que yo siempre he dicho: el nido más inteligente es el más desdichado.

Saludos gorrión.

Lau -

y al final... la resignación? y yo que había oido que resignarse era morir... ummm. Interesante.

Cerro -

Gracias, Gladys. Sí que es un relatillo extraño. Un abrazo.

gladys -

El hombre ganaría mucho tiempo y conocimiento de sus semejantes, si desde el principio aceptara su destino.
Extraño pero inquietante, Cerro.
Gladys

Cerro -

¡Hombre, Luis. cuánto tiempo! Ya veo que te es ás fácil (lo has dejado dos veces, jejeje).

Un abrazo enorme.

guanachinerfe -

Ey, qué tal? De nuevo por aquí, veo. Me será mucho más fácil dejarte aquí los comentarios. Pues, ea, bienvenido de nuevo.

Cerro -

Gracias, majo.

Y, a otros, esperemos que los pájaros les llenen de picotazos la cabeza, je je.

joliva -

Esperemos que mucha gente sepa a identificar los pajaros que tiene en la cabeza.

http://s6.bitefight.es/c.php?uid=74646